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sábado, 3 de abril de 2010

Escuela de padres



Escuela de Padres. Organización.

Habría dos formas de enfocar el aspecto organizativo de una Escuela de Padres: una, procediendo en forma lógica y siguiendo las pautas de montaje de un grupo de adultos que pretende intercambiar experiencias y aprender formas útiles de educar a los hijos y mejorar su interacción como padres. Otra forma sería el partir de las dificultades y problemas que suelen surgir en multitud de EP que ya existen, pero que no funcionan bien o incluso están a punto de desaparecer o sumirse en un cierto letargo por su falta de efectividad. Comenzaremos por la descripción de dificultades y pasaremos luego al análisis de cómo poder organizar una EP.

LAS EP EN APUROS

Recogiendo una serie de consultas que a lo largo de los últimos años han presentado muchas EP, podrían señalarse las causas más frecuentes de sus dificultades:

—Grupo excesivamente homogéneo: terminan aburriéndose o aferrándose todos a la misma idea y gastando más tiempo en defenderse de lo que sucede en la vida que en lograr soluciones creativas para adoptar los cambios necesarios.

—Falta de realismo: lo que en la EP se concluye, no vale luego para llevar a casa.

—Problemas individuales de interacción en el grupo, que no saben o no pueden resolverse.

—Conductores de grupo demasiado directivos o, por el contrario, un tanto ausentes, creyendo que el grupo va a funcionar solo.

—Convertir las reuniones de grupo en un encuentro social, sin tarea concreta de aprendizaje e interacción de personas.

—Falta de variedad de técnicas: siempre lo mismo y sin dar oportunidad a que cada cual pueda elegir su mejor forma de aprender y comunicarse.

—Absentismo: irregular asistencia al grupo por parte de los padres.

—Buscar recetas inmediatas más que una progresión de conocimientos y cambio de actitudes.

—No existen programas que permitan una continuación o se repiten los mismos temas continuamente y otros no se tratan nunca.

—Falta de metodología activa por parte de la organización de la escuela: en consecuencia, y como disculpa, se dice que los padres no quieren participar.

—Convertir la EP en un grupo de presión en contra o a favor de algo, pero olvidando su desarrollo interno.

—Ritmos de reuniones no adecuados: demasiadas o demasiado pocas.

—Horarios o fechas inconvenientes para los padres o determinadas desde fuera sin acuerdo y compromiso de todos.

—Sitio de las reuniones poco funcional.

—Grupos demasiado grandes o muy pequeños.

—Insistir demasiado en lo que está mal hecho; pero faltan ideas de cómo se puede hacer de otra forma.


Escuela de Padres. Temas

Tras señalar los aspectos que abarca la formación de padres, se catalogan ocho grupos temáticos que pueden servir de base para un programa de Escuela de Padres.

La determinación de temas para una EP viene dada por sus objetivos. Efectivamente, si el objetivo fundamental es la formación continua de los padres, la temática será aquella que contribuya a ese fin; pero esto, aunque importante de partida, no aclara mucho la cuestión si no se explica un poco más. Por eso es necesario preguntarse: ¿qué aspectos lleva consigo una formación permanente de los padres?

—Una formación como personas: la manera de ser, de actuar, la visión e imagen que cada uno tiene de sí mismo, la capacidad de relación con los demás, el estado emocional propio... son temas que constituyen la base para funcionar luego mejor como padres.

—La relación padres-hijos: o, en su extensión, lo que podría llamarse relaciones familiares, con todo lo que supone de la evolución del niño, de su interacción con otros hermanos y con cada uno de la familia, de los sistemas o estilos pedagógicos usados en casa.

—La relación de pareja: en su dimensión afectiva y como realización complementaria o encontrada de ideas, sentimientos, habilidades de comunicación y resolución de conflictos.

—La relación familia-escuela, tanto en el apoyo complementario que los padres pueden proporcionarle al hijo-alumno en materias referentes a sus estudios como en el análisis básico de actitudes y dificultades personales.

—La relación social de la familia y el niño con la calle, el ambiente, los amigos, las fiestas, la cultura, los viajes, los medios de comunicación, el tiempo libre.

—La orientación profesional de los hijos y su dirección hacia el mundo del trabajo, de su independencia.

—La función pública de los padres que se constituyen en asociaciones de todo tipo, tanto escolares (APA y otros) como de índole cultural y social, buscando o defendiendo sus intereses específicos.

LOS OCHO GRUPOS TEMÁTICOS

Teniendo en cuenta estos diversos aspectos de la formación de los padres, hemos tratado de catalogar en ocho grandes grupos temáticos lo que puede servir de base para un programa EP.

Pero es necesario recordar que toda clasificación no puede ser rigurosa y que unos temas se implican de tal forma con otros que no puede existir precisión de si se trata de algo evolutivo o personal, de algo pedagógico o didáctico... Por ello, esto se propone solamente como una división acumulativa que tenga suficiente operatividad, siguiendo la táctica de abordar los temas tal como se presentan en sus síntomas más inmediatos. Así por ejemplo, si a un niño se le ve solo y sin compañeros, en principio se trataría de un problema de índole «social»; aunque luego, si se ahonda en el tema, se vea que el problema tiene su origen en el mundo «familiar» y allí habrá que buscar su remedio. Abordar, por tanto, los temas tal cual se presentan es una forma de introducirse en ellos y después ya se irá viendo de qué tipo de tema se trata.

A continuación presentamos estos ocho grupos. Definimos qué temas pueden entrar en cada uno de ellos y ponemos, sólo a modo de ejemplo, algunos de los títulos particulares que se han utilizado en diversas EP, pero recordando que cada uno de estos títulos son solamente aspectos parciales que abarcan a veces sólo una pequeña parte del cuadro general.

Escuela de padres. Objetivos

Se indican los objetivos de las Escuelas de Padres, desde su fundación por la Señora Vérine. También se señalan las diferentes matizaciones en función de los diversos modelos de Escuelas de Padres.

Los objetivos de las Escuelas de Padres, tal como se recoge inicialmente en los escritos de su fundadora Sra. Vérine, van en esta línea:

—«Que los padres tengan una mayor seguridad y confianza en el desempeño de su función educativa».

—«Que logren conciliar los antiguos principios de la autoridad paterna con las ideas de la autonomía de la persona del niño».

—«Que cada niño sea atendido por sus padres no sólo como un caso singular y distinto sino además como un ser libre».

—«Que los padres, además de una instrucción psicológica adecuada, se entreguen a una labor personal de aplicación y observación de lo aprendido en el campo de relación con sus hijos». A lo largo del tiempo, los objetivos fundamentales de la Escuela de Padres han permanecido los mismos, pero han surgido diversas matizaciones según los diversos modelos de EP descritos anteriormente.

• Para los que desarrollan una escuela de tipo académico, los objetivos adquieren un matiz mayor de adquisición de conocimientos por parte de los padres y una atención menor al desarrollo de actitudes y comunicación grupal.

• Para los que estructuran su actividad en una escuela preferentemente grupal, los objetivos van más en la línea de comunicación de sentimientos y experiencias propias, e insisten asimismo en el crecimiento del grupo como medio de inmersión y aprendizaje; en cambio no buscan tanto el aprendizaje sistemático de temas: cualquiera de ellos vale, con tal que facilite la comunicación e interacción de sus componentes.

• Para la escuela que tiene un matiz proselitista, aunque mantenga los objetivos fundamentales de toda EP, aparece con claridad la búsqueda de personas y grupos que defiendan alguna idea, institución o tendencia con carácter intencional y de captación de adeptos. Existen, por tanto, una serie de subobjetivos o agendas encubiertas que, a veces, incluso pueden amenazar al objetivo fundamental de educación de los padres como tales.

• Para la «EP participativa» se mantienen los objetivos fundamentales; pero éstos se explicitan más claramente en los siguientes cinco campos:

—El campo del conocimiento: los padres necesitan saber más y mejor, tanto en su relación con los hijos como en su interacción de pareja.

—El campo de actitudes: los padres necesitan analizar sus propias actitudes, mejorarlas e incluso cambiarlas más radicalmente si quieren proporcionar una ayuda más eficaz a sus hijos.

—El campo de aprendizaje en grupo: los padres necesitan intercambiar sus ideas y sentimientos con otros padres, aprender de los demás y analizar con ellos en grupo hasta qué punto les han sido útiles los conocimientos y actitudes que van aprendiendo y tratando de aplicar en casa cada día.

—El campo de su vivencia personal en la EP: la vivencia en grupo y todas las demás actividades y contactos vividos en la EP les puede ayudar a que ellos mismos como personas, prescindiendo de su tarea de padres, experimenten un cambio personal y que puedan luego trasladar esa experiencia de cambio personal a la forma de relación que viven cada día con sus hijos. Esto es algo distinto a los contenidos o actitudes que han aprendido con el seguimiento de la técnica grupal de aprendizaje descrita en el párrafo anterior.

—El campo de acciones paralelas: un grupo participativo EP, al lograr un desarrollo suficiente, puede dirigir

¿Qué es una escuela de padres?

Análisis del origen y de los diferentes tipos de Escuelas de Padres, así como de la evolución en la actitud educadora de los padres. Se diferencian cinco tendencias en las Escuelas de Padres: académica, grupal, proselitista, participativa y burocrática. Su origen se sitúa en los Estados Unidos y en Francia.

Las Escuelas de Padres están de actualidad. Y se está empezando a adivinar, aunque la formulación se haga con mucha timidez, que la Escuela de Padres es la que debería llamarse la Escuela Primaria y que las demás escuelas están complementando, supliendo, ayudando lo que allí se comenzó. Pero a todos nos resultará fácil comprender por qué no es tan sencillo romper el esquema de que los que van a la escuela son los niños, y los padres son quienes les envían, olvidando que si los padres montan su propia escuela para aprender a serlo, los resultados de todas las demás escuelas iban a mejorar notablemente. En este sentido, la Escuela de Padres debería ser la primaria, la primera de todas.

LA EVOLUCIÓN EN LA ACTITUD EDUCADORA DE LOS PADRES

Inicialmente fue la seguridad autoritaria: se sabía muy bien lo que se quería y también cómo lograrlo. Se contaba con un historial de generaciones que habían querido y logrado lo mismo, e incluso se apelaba a ese factor de sabiduría que mágicamente podría llevar consigo el simple hecho de constituirse en padres. Valores y, sobre todo, principios claros, indiscutibles, métodos avalados por la práctica de generaciones, autopresentación de los padres como modelos vivos de la eficacia modeladora de tales métodos educativos. Era la seguridad. Después llegó el desconcierto: al romperse las estructuras sociales. Al ponerse en entredicho los valores tradicionales, al producirse un seísmo universalizado, quedaron los estratos de los valores humanos, religiosos, sociales, incluso técnicos, completamente trastocados. Al nacer y desarrollarse y propagarse nuevas concepciones de la metodología en educación... Todo muy de prisa. Fue la pedrada, no en la corriente de un río ágil y entre quebradas, sino en el centro geométrico de un lago en calma. Y vino una primera reacción de protesta: que vale tanto como rechazo incómodo, escandalizado, cargado de agresividad a quien perturbaba la siesta (ellos lo confundían con la estabilidad un poco de nirvana de «la» verdad), la costumbre, la tradición. Muchos padres todavía están en esta etapa: contra los que siembran la niebla, contra los que son capaces de exigir el análisis de los principios intangibles, contra los que proponen, apelando a veces a los mismos principios que ellos, una jerarquización distinta de los valores motivadores, contra los que están logrando que las estructuras educativas se modifiquen, aunque estas estructuras se llamen la escuela, la familia, la sociedad los partidos políticos, la televisión o las iglesias. Protesta de quien es despertado violentamente de su letargo. Hasta que algunos han comprendido que la reacción tendría que parecerse a comprender o intentar comprender: analizar lo que está pasando, capacitarse para estar abierto a lo que sea razonable, aceptar la situación de educandos permanentes, aunque precisamente entre los padres es en donde aparece con mucha más claridad eso de que los educandos son los principales agentes de su propia educación. Y así, tan simplemente, surge la Escuela de Padres: mucho más que como moda o tópico, como necesidad. No para que los papás acudan a una escuela, sino para que se constituyan en Escuela de Padres.

No todos los padres aceptan la necesidad de una educación permanente. Pero ya van siendo cada vez menos quienes no comprenden esta necesidad. Por otra parte, es suficientemente significativo que puedan existir todavía padres que se consideren definitivamente capacitados para la tarea educativa.

FUENTE: http://cprcalat.educa.aragon.es/inescuela_de_padres.htm

Carmen Mª Gil Ruiz

martes, 30 de marzo de 2010

Los padres entran en el colegio


1.La educación como servicio público. Los padres ya han entrado en el colegio. Y lo han hecho por la puerta grande, pues ha sido la Constitución la que ha dispuesto y abierto los centros educativos a la participación democrática del siguiente modo:

“Los profesores, los padres, y en su caso, los alumnos intervendrán en los control y gestión de todos los centro sostenidos por la Administración con fondos públicos, en términos que la ley establezca”.(Artículo 27.7). Y este extremo ya está establecido, como después veremos, mediante la ley orgánica 5/1980, de 19 de junio (ya citada), pro la que se regula el Estatuto de Centro Escolares (LOECE) y por el real decreto 2.764/1980, de 4 de diciembre, que establece el procedimiento de constitución de los órganos colegiados de gobierno de estos centros.

Mas, en el frontis de la entrada de los padre al colegio, es preciso que figuren unos conceptos-clave cuyo conocimiento es indispensable, y el primero de los cuales es el que encabeza este punto: la educación como servicio público.

La educación de los ciudadanos ha estado y estará siempre a caballo entre el derecho privado que se orienta hacia el bien personal o individual, y el derecho público dirigido hacia el bien común.

En ello entran también en juego la libertad de la enseñanza y la socialización o estatalización de la misma. La educación como servicio público se enmarca más bien en esta segunda corriente. Y es curioso que a medida que fue ganando terreno esta tendencia ha ido desarrollándose paralelamente, o por la menos consecutivamente, la llamada auto o cogestión de los centros. Y la interrogante que surge a este respecto es la siguiente: ¿es posible la cogestión educativa de forma estricta en un Estado que se rige por una Constitución democrática pluralista como el nuestro? La contestación supone una triple distinción:

- En los centros promovidos, sostenidos y dirigidos por personas jurídicas colectivas (instituciones religiosas) o individuales (colegios privado propiedad de un particular) es posible cierta participación a nivel administrativo , organizativo y disciplinario, aunque sean unos y otros de los llamados subvencionados , pero no parece posible la cogestión estricta por los padres.

- En los centros estatales, sostenidos y dirigidos por la Administración o Gobierno, donde los profesores ingresan y ejercen de acuerdo con unas disposiciones que les confieren derechos y les exigen obligaciones, la cogestión tampoco es viable.

- Sólo en unos centro promovidos, sostenidos y dirigidos totalmente por los padres, que se constituyen en asociación con fines y medios exclusivamente propios con relación a la educación de sus hijos, es posible una cogestión estricta por parte de ellos.

Pero dejemos estas disquisiciones a un lado y vayamos a ver si el concepto de “servicio público” puede acoplarse al de educación, tal y como lo ofrece la administración escolar.

Por lo pronto, “servicio” es la actividad de Estado en orden a satisfacer una necesidad de carácter general. Y el adjetivo “público” se opone a “privado” en el sentido de que lo primero pertenece a la sociedad organizada y lo segundo a los individuos. Está claro, a primera vista, que la educación que corre a cargo de la Administración, la básica u obligatoria, puede ser considerada como un servicio público. La cuestión, no obstante, merece algún comentario.

El doctor Sánchez Vega, S.M., de que ha formulado su voluminosa tesis en torno a este problema, no lleva de la mano a tres momentos de la historia de nuestra legislación escolar, que son muy significativos:

a) Aunque de siempre, desde que fuera institucionalizada la educación, se ha venido considerando a esta como una obligación por parte del Estado, es en la Constitución de 1931 (Segunda República) donde se consigna literalmente: “El servicio de la cultura es atribución esencial del Estado y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada” (Artículo 48). Los cinco años de vigencia de esta constitución, aunque iniciaron el proceso de monopolización del Estado en materia de educación, éste no llegó a consumarse por completo.

b) Después de bastantes años baja el régimen de Franco, tal concepción se cambien en el sentido de considerar al Estado como subsidiario de la familia y de la sociedad a este respecto, hasta que en la Ley General de Educación 1970 se manifiesta: “La educación, que a todos los efectos tendrá la consideración de servicio público fundamental…” (Artículo 3). Pero de ser servicio público a tener la consideración de, hay una diferencia sustancial, no funcional, que signifique exclusividad, ni tampoco que los colegios privados sean meros concesionarios de la Administración, sino concertados, a efectos de que sea un hecho el principio de gratuidad. Ello ha dado posibilidad al hecho real de los colegios subvencionados.

c) Actualmente en nuestra Constitución vigente (1978) no se hace ninguna mención al carácter de servicio público de la educación, antes al contrario, se admite la concurrencia de la iniciativa de la iniciativa privada, y así en el artículo 26.6 de la misma se dice: “Se reconoce a las personas físicas y jurídicas de la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales”.

Concluimos, pues, entendiendo que la educación es un servicio de interés general, virtualmente un “servicio público”, pero de modo muy “suigeneris”, ya que ni doctrinal ni jurídicamente se adapta al concepto que en Derecho se tiene de la expresión “servicio público”.

2.¿Qué es o en qué consiste la educación? Es este el segundo concepto clave a que nos hemos de referir en este capítulo, y no por bizantinismo, sino porque creemos que es preciso fijarlo en este trabajo sobre las relaciones familia-colegio.

Por los pronto, digamos que la educación no es un accidente que le adviene al individuo como otro cualquiera, sino que le es como “algo propio” y que, sino se tiene, nunca se llegara a ser hombre completo, lo mismo que le sucedería si no lograse como instrumento para comunicarse como los demás. La educación es, pues, necesaria como “necesidad de medio” para poder vivir como ser individual y social al mismo tiempo.

Y consiste en el perfeccionamiento intencional de todas la potencialidades físicas, intelectuales y morales que como ser humano todo individuo posee. Se han dado y circulan infinidad de definiciones sobre la educación –la Pedagogía está llena de ellas-, pero para el caso la más clara y concreta es la que acabamos de proponer.

Y todo esto, ¿ para qué? Para lograr que los hijos alcancen a su debido tiempo –se entiende que cuanto antes, mejor- la autonomía propia para desenvolverse en la vida con plena responsabilidad y libertad, que es la mayor y más noble aspiración de todo hombre. Si bien ello será siempre una tarea inalcanzable totalmente, puesto que, como decía nuestra gran escritora Concepción Arenal: “La educación empieza en la cuna y acaba en el sepulcro, porque mientras vivimos podemos aprender de los que saben mas y enseñar a los que saben menos”. Sin embargo, y desde un punto de vista práctico, al educación institucionalizada tiene un principio o punto de partida y un final registrable.

El principio está en el momento en el niño siente la necesidad de “socializarse” con otro de su edad y que no se pertenecen precisamente a su familia. Ello suele advertirse con poca diferencia entre los tres y los cuatro años, pero lo corriente y conveniente es que la educación familiar y la escolarización se combinen y complementen alrededor de los cuatro o cinco años. La inserción de un niños en una institución no familiar antes de esta edad, con el propósito de educarle o instruirle, puede ser en algunos casos una necesidad, mas constituyen, no cabe duda, un mal menor. Hasta esa edad los niños –los seres que precisan de más cuidado por parte de sus padres de toda la especie animal, durante los dos o tres primeros años de su existencia, porque nacen más indefensos-, necesitan antes que de otra cualquier escuela, la del hogar y de la familia, tanto para su vida física como afectiva. El carecer de ella les supone un “hándicap” que quizás después nunca logren superar. Montaigne nos cita de Aristóteles la siguiente comparación, que viene aquí como anillo al dedo: “Los ruiseñores instruyen a sus crías, dedicándoles tiempo y cuidados; de lo que resulta que los que nosotros criamos en jaulas pierden gran parte de la belleza de sus trinos”.

La meta para la educación que los padres han de fijarse para sus hijos está en que éstos lleguen a una autonomía responsable, hasta el momento en que se sientan preparados para defenderse por sus propios medios ante los avatares de la vida, en que sean autosuficientes para procurarse su necesario sustento, para obrar y actuar en todo con libertad, lo que ellos llaman “vivir su vida” y constituir, si quiere y bajo su responsabilidad –que equivale a decir con todas sus consecuencias-, una familia de forma similar a como sus padres la constituyeron. La edad para esto ha ido anticipándose históricamente en los últimos siglos hasta quedar establecida, hoy por hoy, entre los diecinueve o veinte años o, lo que es lo mismo, cuando tiene acabadas la Educación Básica y la Media o Profesional.

El pretender alargar ese proceso hasta lograr que alcancen una carrera universitaria o formación profesional superior, a expensas de los padres, más allá de los límites antedichos, como ha sido hasta hace poco tradicional dentro de las familias pudientes, es un loable empeño que de día en día se presenta cada vez más problemático. No es que estemos en contra de ello, sino que la experiencia y el análisis de la situación en que hoy se encuentra la juventud así nos lo advierte. Parece ser que el ideal a que aspira al que aspira la sociedad es que a los veinte años todo joven pudiera combinar el estudio o actividad para su aprovechamiento individual con un trabajo productivo que le facilitara medios económicos propios para lo primero, con lo que una formación universitaria o superior en cualquier actividad no sería ya un favor de “papá” o atribuible a una buena posición social económica, sino una conquista personal que cualquiera con esfuerzo y sacrificio pudiera lograr.

3. Lo que una educación de calidad comporta. Pero con el concepto que acabamos de diseñar no es suficiente para que, sobre todo los padres que no tienen una preparación especial respecto a la educación que deben recibir sus hijos , sepan a qué atenerse. Es preciso saber, además, lo que una buena educación –de calidad- como ahora se dice, exige. Lo vamos a exponer también de modo sucinto, aunque con la mayor claridad posible.

Nuestra constitución actual despacha esta cuestión con pocas palabras: “Tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derecho y libertades fundamentales”. (Artículo 27.2.) Pero es nuestro deber ahondar más. Una educación fundamental o de base tiene que cubrir o garantizar la consecución, al menos, de estos tres objetivos:

a) Desarrollar aptitudes o capacidades y proporcionar conocimientos, habilidades o destrezas (aspecto individual).

b) Formar hábitos de convivencia y disciplina y fijar actitudes o criterios para que el individuo cumpla con su condición de pertenencia a una comunidad a una comunidad (aspecto social).

c) Orientar personal y vocacionalmente, no solamente para afrontar la vida con cierta confianza y éxito, sino también para que se realice la auto finalidad del ser íntimo que cada cual conlleva (aspecto inmanente y trascendente a la vez).

Todo esto supone un clima permanente de corresponsabilidad o responsabilidad bidireccional entre profesor y alumno, circunstancia extensiva igualmente a la relación padre-hijo. Las teorías o doctrinas pedagógicas vienen debatiéndose desde muy antiguo, entre los extremos de la autoridad y la libertad. Ambos ingredientes son indispensables, porque sin autoridad por parte del educador –lo que no quiere decir autoritarismo- no es posible la educación, lo mismo que sin libertad por parte del educando –que no es hacer lo que ha éste le venga en gana-, habrá domesticación u otra cosa parecida, pero nuca verdadera educación. Es preciso, y ahí está la gran dificultad del hecho educativo, superar la antinomia o conflicto entre ambas. “La educación –dice Freud- debe abrirse para entre la Scila de laissez-faire y la Caribdis de la prohibición” Otro autor, P. Nash, ha comparado la educación a un río: “ Este está limitado y confinado por sus orillas, pero éstas le permiten avanzar libremente hace el mar. Sin ellas el río se convertiría en una ciénaga: únicamente mediante la limitación puede alcanzar su objetivo”.

La responsabilidad bidireccional de que hablamos postula por parte del profesor:

1. Respecto a la personalidad, aunque sea incipiente, del niño, que es un ser libre, tiende a desarrollarse según sus propios intereses y necesidades, con unos recursos propios tanto de orden físico como intelectual, moral, social y religioso, capaces de perfeccionarle y de convertirle en un hombre auténtico para consigo mismo y útil para la sociedad en que está inserto.

2. Responder ante los padre, que no es que dimitan, sino delegan en él la educación de sus hijos, lo que no obsta para que le puedan pedir cuentas en aquellos momentos o actos del proceso educativo en que consideren que su proceder no es correcto o presenta lagunas en la atención que merece.

3. El educador tiene que responder también ante la sociedad que le ha conferido tal misión, ya que el educando no es un ser aislado, sino que, además de pertenecer a una familia, se debe a una comunicación que le sustenta como individuo y a la cual tiene que prestar sus servicios, siquiera sea en compensación a lo mucho que ella recibe, aunando el bien o beneficio propio con el bien o provecho común.

Decimos corresponsabilidad porque el educando tampoco está exento de:

a) Autorresponsabilidad en el sentido de su conducta moral, de su instrucción de su adaptación, a una cultura que cada día le exige más en su intencionalidad y en su comportamiento.

b) Tiene que sentirse responsable ante sus semejante, que, si bien le han reconocido como uno de tantos portadores de esos derecho que se llaman universales, ello exige, por su parte, un deber u obligación de que tales derechos humanos no sean conculcados ni por él ni por los demás.

c) Ha de sentirse responsable, últimamente ante un destino o providencia que al crearle o determinarle existencialmente como persona le ha dotado de libre albedrío, lo que supone tener que aceptar todo lo que vivir implica.

4. El profesor como delegado de los padres. Desde el momento en que a los padres se le reconoce el derecho a elegir libremente el centro donde sus hijos han de recibir educación y hacen uso de él, delegan a todos los efectos en todos los profesores del colegio, ya sea éste público, privado o concertado. Esta libre elección está reconocida en la citada ley orgánica que regula el Estatuto de Centros Escolares (LOECE): “Los padres y tutores tienen derecho a elegir el tipo de educación que deseen para sus hijos o pupilos y a que éstos reciban, dentro del sistema educativo, la educación y enseñanza conforma a sus convicciones religiosas y filosóficas, a cuyo efecto podrían escoger esas convicciones. El Estado, mediante la correspondiente Ley de Financiación de la Enseñanza Obligatoria, garantizará la libertad fundamental de elección de centro educativo en los niveles de enseñanza que se establezcan como obligatorios y, consecuentemente, gratuitos”. (Artículo quinto, puntos Uno y Dos).

Pero he aquí que, en razón a las condiciones que reúnen los profesores delegados como técnicos de la educación, es decir, profesionales de la enseñanza, dependientes de administración escolar en el caso de los colegios públicos, o contratados por la empresa titular, si se trata de colegios privados, la delegación que los padres hacen y la que reciben los profesores reviste unas características específicas que conviene tener en cuenta.

Más, ¿qué es o en qué consiste ser profesor? Por lo pronto es una persona que con su título, exigible siempre, salvo en los casos condenables de intrusismo, reúne dos condiciones indispensables:

a) Preparación científica.
b) Capacitación pedagógica.

En cuanto a los colegios públicos se da el caso en que los profesores propietarios que ambas cualidades han sido revalidadas mediante una “ oposición” que le da, además, unos derecho propios de su condición de funcionarios públicos y un “status jurídico-administrativo”. Baste decir que son inamovibles, una vez adquirida su escuela, mientras no se interponga un expediente disciplinario que anule dicha inamovilidad. El Código Civil les protege de cualquier forma de difamación, ofensa o amenaza.

Por otra parte, responden de los aspectos éticos y pedagógicos de su función ante sus superiores. En el caso, el director del centro, el inspector del Estado y el director provincial de Educación, respectivamente, y en superior instancia el ministerio, por medio del subsecretario y el director general de Educación Básica. En el caso de centro privados, los profesores tienen también sus derechos laborales, y en relación con su función didáctica responden similarmente ante la Administración o poderes públicos que, igualmente, tiene atribuidos la inspección o control.

Todo esto, que parece obvio, nos vemos en la obligación de reseñarlo en atención a que algunos padres creen que ellos pueden proponer o remocionar a cierto profesores o directores de los colegios públicos, y, si bien es cierto que tiene derecho a participar en la gestión y control de los mismo, sus competencias no llegan hasta esos extremos. Es cierto que pueden denunciar lo que les parece anomalía en el proceso educativo a que se someten sus propios hijos, si no son bien atendidos en su instrucción o enseñanza, así como inclusive revocando la delegación a que antes hemos aludido, retirando del colegio a sus hijos y matriculándolos en otro centro.

La familia, estos , los padres si bien interviene en la formulación del reglamento del régimen interno, tampoco pueden convertirse en legisladores del colegio, alterando el calendario, la adscripción del los profesores a sus respectivos cursos o áreas, lo cual es protestativo de la dirección, otra cosas por el estilo que estén y la legisladas, como tampoco inmiscuirse en los aspectos puramente didácticos o académicos que corresponden al claustro, puesto que los profesores no pueden ser interferidos en su tarea o función por alguien que no se su superior en ellos, Lo que no impide que en cualquier momento pueden ser informados de la marcha de sus hijos en cuanto a progresos o fracasos en el rendimiento, evaluaciones, comportamiento, etc., de los mismos.

En definitiva, que la delegación de que hablamos está condicionada por ambas partes, padres y profesores, y no es limitada, sino responsable, con fronteras bien marcadas entre deberes y derechos de ambos, como después vamos a tener ocasión de ver. Para bien de la educación de los alumnos, digamos una vez más que siempre debe prevalecer, ante todo, la mutua confianza y colaboración entre colegio y familia.

5. El colegio como lugar de encuentro. Está claro que un análisis a fondo sobre el colegio de EGB hoy día nos obliga a considerar su funcionalidad mas allá de los límites tradicionales, pues de un sistema cerrado y determinismo, configurado únicamente como el instrumento de que los padres o la sociedad organizada (Estado) se venían sirviendo para la instrucción de sus hijos o de los ciudadanos del mañana, y en el que solamente alumnos y profesores realizaban la enseñanza o aprendizaje sin otras influencias que las exigidas por su régimen o gobierno interno, siempre impuesto por los primeros sobre los segundos, se ha pasado a un organismo abierto y probabilismo en que se dan múltiples y variadas interacciones entre centro y comunidad educativa.

Y como ésta está constituida por padres e hijos, profesores y alumnos, personal auxiliar y servicios complementarios, monitores y especialistas, repentones de los ayuntamiento y de ola administración educativa, etc., con el juego de influencias, tensiones e intervenciones de todo orden, “inputs and outputs” sociales fuertes, lo natural es que ahora haya que verlo como una encrucijada o lugar de encuentro en el lugar de encuentro en el que entran en juego, cuando no en litigio o conflicto, los derechos y deberes, las obligaciones, competencias o atribuciones de todos y cada uno de los elementos o factores integrantes del colegio y diferentes sectores de la comunidad, pues el primero ya no es una isla un puente entre él y la sociedad que lo sustenta.

Por eso, de simple y elemental, se ha convertido en compleja y dificultosa su organización y mucho más aun su funcionamiento, su vida misma y la realización concorde de su actividades. Pero, por lo mismo, es más sugerente e interesante y exige, sobre todo de padre y profesores, mayor compenetración, más imaginación y buena voluntad, más esfuerzo, y quienes no lo entiendan así es que no saben por dónde se andan.

Ahí están los derechos y deberes inalienables de los padres o de la familia; en el colegio se encuentran igualmente los deberes y derechos de los profesores; aquí confluyen también otro tipos de educadores o auxiliares educativos, tales como psicólogos, médicos, monitores de educación física, etc., que están en el colegio en engranaje correcto con toda maquinaria didáctica del mismo, y sin menoscabo, desde luego, con lo que se consideren exigencias legales, obligatorias y centro educativo del mismo nivel, ya que lo contrario supondría discriminar a los alumnos asistentes a los colegios que disponen de todos estos aditamentos, de aquellos otros que por las razones que sean no cuentan con ellos; no hay que olvidar tampoco la demanda social o presión que viene de los ayuntamientos, de las asociaciones de vecinos y de otros entes; están finalmente los derechos y los no menos importantes del niños, los de la Iglesia y otras instituciones a quienes se les reconoce el derecho a fundar y sostener centros educativos.

Mas, puestos a discutir prevalencias, ¿Cuáles son los primordiales…? Por su origen y anterioridad parece que son los de la familia; por su importancia, los de profesores, sin los cuales lo que los padres no pueden tener plena realización; por su fuerza, los de las asociaciones de padres y sindicatos de enseñantes; por su efectividad, los de la política educativa o Gobierno… Y ante todos este amplio marco de influencias o consideraciones, como norma general, no se acierta a ciencia fija qué decir, a no se qu una vez mas y como razón de justicia apelemos a los tres reconocidos preceptos que provienen de Ulpiano, antiguo jurisconsulto romano que los formuló así: “Honeste vivere, alterum no laedere, suum cuique tribuere” o, lo que es lo mismo, comportarse en todo momento como es debido, no perjudicar a nadie y darle a cada uno lo suyo. Pero ya se sabe que las normas de justicia son siempre rígidas y tajantes, por lo que puede ocurrir que, ateniéndose solamente a ellas, se produzca lo que también en términos latinos se decía: “Summum ius, summa iniura”, y para lo cual el doctor de Aquino aconsejaba que se apelara a la equidad como principio moral en todo tipo de relaciones humanas.

Más particularmente aún, en materia de educación el mecanismo regulador debe ser siempre el interés del niño, como más débil que es y porque debe tratarse de conformarle apriorísticamente a intereses ajenos a su naturaleza y condición propia, ni de “conquistar su alma”, ni menos de manipularle o servirse de él para otras intenciones o fines, como suele suceder algunas veces desgraciadamente.

A este respecto, y con ello queremos acabar este comentario, conviene que todos los interesados o afectados empiecen por entender bien y compenetrarse con sus derechos y deberes, obligaciones y responsabilidades, atribuciones y competencias, que ya están bien determinadas en nuestra legislación vigente, parte de otros fundamentos de derecho universal, y que aunque sea obligada su referencia no vamos a citar ahora por considerarlos ya sabidos. No obstante, lo que sí queremos recalcar ahora y que viene a reafirmar lo ya dicho, es que en el Principio 7 de la Declaración de los Derechos del Niño, ya citada, se dice en el párrafo segundo: “El interés superior del niños debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación”.

Por olvidar algunas veces esto, padres o profesores, aunque estén guiados unos y otro por las más sanas intenciones, se exceden en sus funciones y en lugar de cooperar ambos en la mejor realización posible del proceso educativo se produce todo lo contrario y se perturba, cuando no se perjudica irremediablemente. Podríamos citar casos reales que nos ha proporcionado la experiencia, pero preferimos dejarlo al bien juicio del lector por aquello de “alaba prudentemente y crítica más prudentemente todavía”. Ahora bien, no nos resistimos a señalar dos actitudes que no deberíamos adoptarse nunca:

a) Con relación a los padres: Que al considerara el colegio como un servicio público se sientan con derecho a exigir de él todo, sin ofrecer colaboración u obligación alguna por su parte; que quieran dirigir la actividad didáctica en el mismo sin más conocimiento que la experiencia que mantienen en su recuerdo de cuando ellos fueron alumnos.

b) Respecto a los profesores: Aunque sean los técnicos cualificados en materia de educación, no se deben consideran los únicos ni han de rechazar cualquier sugerencia que proceda de otra parte, sobre todo si existe alguna razón para ellos.

A los primeros cabe aclararles que una cosa es su derecho a intervenir en la educación de sus hijos y otra bien distinta intervenir total y exclusivamente en el colegio con todo lo que se funcionamiento implica. Y a los segundos, que el estar abiertos siempre a sugerencia y diferentes puntos de vista es enriquecedor y nos aleja del dogmatismo en las opiniones y de la incomprensión mutua.

Fuente: Pulpillo Ruiz, Ambrosio J., "La participación de los padres en la escuela (estudio pedagógico y legal)".Colección Práctica Educativa. Editorial Escuela Española, S. A. 1982, Madrid.

María Eugenia López López

miércoles, 24 de marzo de 2010

Hábitos de higiene personal



Uno de los principales papeles de los padres es facilitar al niño el aprendizaje de todos los hábitos básicos de autonomía como son la higiene diaria y el cuidado personal.

La higiene es una parte fundamental en nuestras vidas ya que a partir de ella se previenen enfermedades y se crean buenos hábitos de salud. Asimismo, favorece entre los niños su adaptación social ya que en los primeros años de vida escolar los grupos de amistades se comienzan a formar selectivamente.

Los hábitos de higiene también lo ayudan a conocer su cuerpo y brindarle una sensación de seguridad e independencia.

Principales hábitos de higiene

Es importante que el niño tenga claro cuáles son los hábitos que ha de emplear en cada momento. Debe aprender, por ejemplo, que nada más levantarse tendrá que asearse, que después de cada comida habrá que cepillarse los dientes y que antes de comer tiene que lavarse las manos.

Al principio, cuando son pequeños y están empezando a aprender los hábitos de higiene, es fundamental que los elogiemos cuando lo hagan correctamente o sin necesidad de que nosotros se lo indiquemos, de esta forma estaremos reforzando esa conducta.


- Higiene bucal. Antes de que el niño pueda cepillarse los dientes, los padres deben pedirle su compañía en el baño para mostrarle cómo se lavan los dientes y explicarles qué están haciendo y para qué sirve el cepillo y la pasta dental. Si el niño lo desea, debemos ponerle un poquito de pasta, específica para niños, en un cepillo que tengamos preparado para él.

Será aproximadamente a partir de los dos años de edad cuando el niño imitará los movimientos de sus padres al cepillarse. Alrededor de esa edad lavarse los dientes debe formar parte de sus costumbres diarias. Como mínimo, se los lavará dos veces al día aunque lo aconsejable es después de cada comida.

Una buena higiene bucal y visita regulares al dentista, según nos aconseje el propio dentista, prevendrá la aparición de caries y otras enfermedades dentales.

- Higiene en el vestir. La ropa y los calzados de los niños es un punto en el que debemos fijarnos especialmente. Tenemos que enseñarles que por las mañanas cuando van al colegio, tienen que salir con la ropa y los zapatos perfectamente limpios. Para ello, si los niños son mayores, la noche anterior deberán cerciorarse de ello y acostumbrarse a limpiar sus zapatos todas las noches. En el caso de que sean pequeños, lo haremos nosotros.

Tras el baño deberán ponerse ropa limpia y colocar la ropa sucia en su sitio. Deben aprender también que a diario tienen que cambiarse de ropa interior y a buscar la ropa más adecuada para cada ocasión, así como a aprender a cuidarla, conservándola en buen estado y teniendo sus armarios ordenados y cada prenda de vestir colocada en su sitio.

Los zapatos, deben ser cómodos, traspirables y adecuados a su pie, ni demasiado grandes ni demasiado pequeños. Han de aprender a limpiarlos y cuando los niños sean mayores y en el caso de que lo necesiten, deberán extremar la higiene de los pies utilizando productos específicos para el mal olor.

- El baño y la ducha. El baño debe ser un momento de placer para los bebés o niños muy pequeños. Podemos meterles juguetes en la bañera y hacer que se entretengan jugando mientras se relajan con el baño. El momento de enjabonarlos debe ser también agradable, para ello una esponja suave y un champú que no irrite los ojos es fundamental.

A partir de los seis años de edad podemos permitirle que se duchen ellos solos, a esta edad ya están preparados para hacerlo correctamente. No obstante, debemos revisarlos de vez en cuando y aprovechar para limpiarles bien las orejas y observar si es necesario cortar las uñas.

- Higiene de manos. Antes de sentarse a la mesa deberá lavarse siempre las manos. Esto debe convertirse en hábito que hagan de modo reflejo antes de las comidas y no sólo de la principal, sino siempre que vayan a comer: en desayuno, comida, merienda y cena.

También deben lavarse las manos tras acabar de comer. Es fundamental y un hábito de higiene básico y que jamás deben saltarse, lavarse las mano cada vez que vayan al retrete para evitar posibles infecciones.


¿A qué edad hay que empezar? ¿Y cómo hacerlo?


Un niño siempre entenderá más de lo que puede expresar aunque creamos que no comprende, por lo que hay que introducirlo en los hábitos de higiene tan pronto como sea posible. En los niños pequeños las rutinas diarias como cambiarle el pañal, limpiarlo al comer o bañarlo les hace aprender que son hábitos indispensables.

Aún así es en la edad escolar cuando la adquisición de los hábitos toma la mayor relevancia. A esta edad ya deberían estar habituados, pero aún así es importante recordarles la importancia de los hábitos higiénicos.

Una manera de inculcar hábitos es describir al niño de acuerdo a su nivel de desarrollo todas las acciones y los beneficios que le aporta el aseo diario, como sería el sentirse limpio, oler y verse bien.

También es importante la comunicación no verbal entre padres e hijos, enseñarles con buen humor y de manera relajada hará que disfrute de estos momentos y no se conviertan en un suplicio.

La constancia y el ejemplo de los mayores también ayudan, ya que los niños aprenden por imitación de los modelos que tienen a su alrededor.

Dos cosas a tomar en cuenta:

Hay que evitar la obsesión por la limpieza. Hay que enseñar a los niños que deben hacer en caso de que estén fuera de casa y tengan que realizar tareas de higiene como por ejemplo ir a lavabos públicos.

Los niños necesitan explorar, jugar y divertirse y es normal que prueben y a veces ensucien su cuerpo, y sus cosas, esto no significa que puedan hacer lo que quieran y donde quieran. Uno de los hábitos de higiene también sería enseñar las circunstancias en donde pueden probar y ensuciarse, y cuando tienen que vigilar su higiene y cuidar de su presentación.

Fuente:http://www.baobabparents.com/padres/articulo/la-importancia-habitos-higiene-ninos/42/
http://www.pulevasalud.com/ps/subcategoria.jsp?ID_CATEGORIA=103785&RUTA=1-3-69-102031-103785#0

Baltasar Manzano Albaladejo

martes, 16 de marzo de 2010

¿Cómo os ayudará a los padres la colaboración con el colegio?


La colaboración con el colegio de vuestros hijos os ayudará mucho en vuestra tarea educativa, entre otros, en los siguientes aspectos:

1. La educación es un proceso continuo. Recibiréis asesoramiento sobre los problemas educativos que un hijo os plantee. Podréis analizarlos para buscarles solución adecuada.
UN PROBLEMA AFRONTADO EN EL MOMENTO OPORTUNO TIENE CASI SIEMPRE SOLUCIÓN.

2. Encontraréis ayuda, impulso y apoyo en los momentos de desmayo, cuando la tarea pesa y no se ve la luz.

3. Sabréis cómo vive vuestro hijo en el ámbito colegial, qué se le exige en cada evaluación. Podréis así HABLAR CON VUESTRO HIJO DE LO QUE LE PREOCUPA Y ORIENTARLE MEJOR.

4. Conoceréis los puntos fuertes de vuestro hijo y cómo apoyarse en ellos para neutralizar los débiles, modo de proceder que está en la base de la educación.

5. Conoceréis las dificultades que puedan surgirle en su aprendizaje y podréis AYUDARLE PAULATINAMENTE PARA QUE APRENDA A ESTUDIAR, que es sentar las bases para aprender a trabajar.

6. El trato con los preceptores de vuestro hijo, periódico durante el curso escolar y asiduo durante varios años, os ayudará mucho a los padres en vuestra tarea educativa.

7. En educación se debe llegar antes: prevenir es evitar muchos problemas. Sabréis en cada etapa cuál es el desarrollo psicológico de vuestro hijo y podréis prever el trato que deberéis darle.

8. Colaboraréis con el preceptor en la importante tarea de ENSEÑAR A VUESTRO HIJO A CONOCERSE CON SUS VIRTUDES Y DEFECTOS.

9. Aprenderéis a plantearos los objetivos educativos que vuestro hijo necesita en cada momento para su mejora personal.

10. La educación es un arte que debe aprenderse pues tiene su ciencia. El preceptor os irá ayudando a dominarla.

11. El esfuerzo que los padres os exige al acudir a la entrevista con el preceptor, os unirá en vuestro matrimonio al pediros conciencia en vuestras ideas educativas, y redundará en beneficio de vuestra mejora personal.

12. Es una realidad el hecho de que la educación está hoy, en muchos ámbitos, más influenciada que nunca por un ambiente contrario a la mejora de la persona. El preceptor os enseñará a contrarrestrar las influencias contraeducativas del ambiente, EL PRECEPTOR OS AYUDARÁ A IR CONTRACORRIENTE.

Fuente: Cervera, J.M., Alcázar, J.A. (1999) Las relaciones padres-colegio. Ediciones Palabra, Madrid.

Baltasar Manzano Albaladejo